jueves, 23 de enero de 2014

GUADALAJARA Y LOS HOMBRES DE LETRAS.


Dicen que no hay nadie como los franceses para saber hacer suyos, para apropiarse en el mejor sentido del término, para nacionalizar, en definitiva, como franceses, a los hombres insignes de las letras universales, y de las artes,  a sus obras  y legados,
en cuanto pueden encontrar en ellos un anclaje, una percha en la que colgar  “la  grandeur de la France”, más allá de distingos de nacimiento.

Y ello, me parece a mí, produce una corriente enriquecedora y ambivalente, o de dos direcciones: La propia cultura francesa se abre a lo bueno del exterior y lo bueno del exterior busca ese sello prestigioso de su estadía en el país vecino.

Y uno, modestamente, ha buceado entre los hombres insignes de las letras de nuestra provincia y, creo yo, que no somos menos hospitalarios,  inclusive a lo mejor más, que nuestros vecinos gabachos, aunque no estoy tan seguro de que nos sepamos vender igual de bien.



Veamos una muestra: Juan Ruiz, el Arcipreste de Hita que, si bien, es más conocido por su cargo en Hita que por su nombre, no figura en algunas de las listas de Guadalajareños ilustres, como la que propone Wikipedia. Y el autor del “Libro del buen amor”, figura señera de la literatura medieval española, debiera ser, quizá, el patrón de nuestras letras. Aunque naciera, que tampoco se sabe a ciencia cierta, en Alcalá de Henares, en Alcalá de Guadaira o quién sabe en qué Alcalá.

Justo un poco más tarde aparece la figura de Don Juan Manuel, el toledano autor de otra obra señera de los principios de nuestra literatura: El Conde de Lucanor. Aunque quizá, más importante que su lugar de nacimiento,  debiera ser el lugar donde  engendró a su criatura literaria. Máxime si tal sitio se corresponde con el
imponente y perdurable castillo de Cifuentes.

Lo mismo cabe decir del más importante dramaturgo del XVIII, el madrileño Leandro Fernández Moratín, autor entre otras obras de la famosísima “El sí de las niñas”, que gastó una buena parte de su vida en Pastrana.

El escritor español más relevante, quizá, del  siglo XX, gallego de origen y Premio Nobel de Literatura, Camilo José Cela, hizo más por nuestra provincia con su famoso
Viaje a la Alcarria, que los más orgullosos lugareños. Y gastó una buena parte de su vida con nosotros. Precisamente los carteros del Nobel, allá en Estocolmo, tuvieron que dirigir  a nuestra tierra su carta anunciadora del merecido galardón.

Y, por último, para no ser reiterativo en el argumento, el recentísimo caso de Manu Leguineche, fallecido hace unos días. Patrón y mentor de reporteros. Jefe de la tribu de los periodistas de riesgo y acción. Trotamundos que abarcó varias veces la circunferencia terrestre. Escritor de vivencias y geografías  a lo largo y ancho del planeta, vivió durante los últimos 20 años en Brihuega y murió en su casa de la capital de la Alcarria.

Y uno ha leído, con gran orgullo, que Manu Leguineche se despidió de este mundo en la Casa de los Gramáticos, situada precisamente  en la Plaza de Manuel Leguineche de Brihuega.

 Y me ha parecido que ese debe ser el camino: Quizá no hay que irse demasiado lejos para saber vender bien nuestras cosas y nuestra cultura.

Quizá todo sea mucho más fácil. Tal vez solo haya que tratar bien a quienes bien nos quieren, aunque no hayan nacido aquí.

Y ya se encargarán ellos, sus obras y sus mentores,  pero también nuestro inteligente proceder, de pasear nuestro nombre y nuestra cultura, hasta confines donde nosotros tal vez no  nos hayamos ni atrevido a soñar en llegar.

Francisco Rodríguez Tejedor
Escritor.


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