Guadalajara
es una ciudad castellana, amable y acogedora donde las haya, cuya esencia está hecha
de recuerdos históricos, de presencias patrimoniales, de perspectivas de
futuro. Cuatro rasgos fundamentales pueden definirla.
El
primero, el rasgo de su esencialidad. Cuáles sean su materia y su forma. Por
qué es cómo es, y desde cuando.
El
segundo, el rasgo histórico, o biográfico. El devenir cronológico de sus más
importantes acontecimientos que la definen.
El
tercero, el rasgo patrimonial, el que se nos revela a la mirada lo que hoy
queda de tantas siluetas como tuvo y aún le quedan.
El
cuarto, en fin, el rasgo turístico.
1.
El rasgo esencial
La
esencia de las cosas (también de las ciudades) corresponde definirla a los filósofos,
y quizás a los poetas. De los primeros hay muy pocos. En nuestros días, cada
vez menos. Es una especie a extinguir. Y de los segundos hay buenos, magníficos,
y de alguno de ellos voy a escoger palabras con las que trate de encontrar, o
al menos de perseguir, la esencia de Guadalajara.
VERSOS
de José Antonio Ochaita, cuando cantaba a "Guadalajara, así, así, como
eres":
Así,
así, como eres... /¡Por Dios, que no te cambien,/ ni te unjan, ni te adoben, /
ni te impulsen, ni te alcen...! / Así, así, como eres... /desvencijada, frágil/
inconcreta, decrépita / innominada casi.... / Así; así, como eres... / estéril:
blanca; mate; a trasmano; a destiempo; a espaldas; a pesares... / así, así,
como eres... /Ciudad hecha de tardes /infinitas: de ahogos / metafísicos; de
éxtasis... / así; así; como eres... / De guijarros, de aire, de esquinazos
mordidos; de balcones volcándose.../ así, así, como eres... Toda hueso sin
carne; toda espejos partidos; toda pena sin cauce...
VERSOS
de José Antonio Suárez de Puga en su "Tríptico a Guadalajara":
"Amor
de luna, alcázar desnudado.
¿Donde
Brianda, Pedro, Iñigo, fueron?
¿Su
gracia dónde? ¿dónde aquél que dieron
pulso
de su denuedo demostrado?....
Y
sigue:
En
la panoplia del glorioso celo
donde
sus armas duermen con la hiedra
perenne
y victoriosa, allí tu gozas
firme
en tu firme vocación de cielo,
Guadalajara,
milenaria piedra
tallada
en el blasón de los Mendozas".
PALABRAS
de Alfredo Villaverde en su "Guadalajara" de la colección
"Ciudades Mágicas", cuando la define en cuatro líneas:
La
ciudad gravita en los carriles del tiempo
como
esos remolinos de viento de las tormentas de verano
que
apenas alcanzan a aventar polvo, papeles rotos
y
hojas caídas girando continuamente sobre sí misma.
Aparte
de estas frases, hermosas y hondas, que pueden ir dando razón inicial de una
eternidad a todas luces sorprendente, solo nos queda definir, desde nuestra
perspectiva de ciudadanos que la llevan recorriendo, a pie y en coche, largos
años, que Guadalajara es una ciudad amable, vital, cargada de una historia que
pesa en el aire, de un largo rimero de aconteceres que de alguna manera se
dejan notar según se andan sus calles, desde hace ya más de 1.200 años.
Una
ciudad que ahora está en plena expansión, en el momento más dinámico y más poblado
de su historia. No sé si decir que en el momento más vital, porque de esos
momentos hubo muchos, con latido fuerte, en los que la ciudad tuvo proyectos
reales que supusieron cambios radicales, como el instante después de la
Reconquista, la perspectiva del poblamiento de América con cientos de sus
vecinos, la puesta en marcha de la Fábrica de Paños, la instalación de la
Academia de Ingenieros...
Es
Guadalajara, en cualquier caso, una ciudad que camina ilusionada en busca de
proyectos. Y eso es lo más importante.
2.
El rasgo histórico
Sería
interminable hacer el recuerdo, aunque breve y resumido, de la historia de esta
ciudad de Guadalajara. Porque en todas las épocas ha tenido su importancia y ha
jugado un papel clave en la dinámica política y social de Castilla. Dada la
estrategia de su emplazamiento, vigilante desde cualquier punto de ella de todo
el valle del Henares, ya en tiempos de los iberos tuvieron asentamiento en las
terreras del Henares estas gentes, que fueron posteriormente asimiladas por los
romanos, por los visigodos, por los árabes. La Madinat-al-Faray del siglo IX
puede considerarse el germen de esta ciudad como tal. Los jerarcas islámicos de
la parte oriental de la Marca Media asentaron en su alcázar los reales, y desde
allí dieron vida a una población dinámica, cobijando a mercaderes, sabios,
guerreros y santones.
La
Reconquista llega en 1085 de la mano del rey Alfonso VI, y con ella el
asentamiento de nuevas gentes venidas del norte. Una explosión constructiva
recorre el burgo a lo largo de los siglos XII al XIV: se elevan iglesias, todas
de estilo mudéjar, y se afirma esa huella de los árabe tamizada por lo
occidental y cristiano. Durante la Baja Edad Media Guadalajara es armónica
conjunción de razas y religiones. Los médicos de los Mendoza son judíos; sus
jardineros, árabes. Pero estos también son administradores del municipio, y los
alarifes más aventajados en la construcción rezan mirando a La Meca...
La
etapa crucial de la Historia de Guadalajara amanece en el siglo XIV con la llegada
de los Mendoza desde tierras de Alava. Aquí surgen las ideas, las imaginaciones
y los poderes de Iñigo lópez, el primer marqués de Santillana; de Pedro
González, el Gran Cardenal ahora con estatua; de Diego Hurtado, el pietista e
iluminado, o de doña Ana, la bondadosa fundadora de conventos... Guadalajara se
impregna de edificios, frases y escudos mendocinos, tomando su identidad.
Años
más oscuros, apagados y vacíos los de los siglos siguientes, en los que sólo
las Guerras con su devastación, y los intentos de aupar al pueblo con trabajo a
través de la Fábrica de Paños, la Academia de Ingenieros, la fábrica de la
Hispano-Suiza, etc., aportan aires de dinamismo y esperanza, siempre fallida.
Tras
la Guerra civil del 36, en la que Guadalajara sufrió como pocas una larga
guerra de tres años, con sus secuelas de desgracias personales y monumentales,
el desarrollismo de los años 60 con los Polígonos de Descongestión de Madrid ha
abocado al momento actual, en el que por las tardes nos juntamos 100.000
personas en esta ciudad, muchas de ellas montadas en coche.
3.
El rasgo patrimonial
Tal
mezcla de estilos en sus edificios tiene la ciudad de Guadalajara que se hace
difícil ordenarlos, establecer un camino para seguir su huella, alzar la mirada
de una forma lógica. Todo interesa. Desde el puente sobre el Henares,
construido en época califal por los árabes, a ese Alcázar que subiendo la
cuesta desde el río poco después encontramos. Nuevos hallazgos lo están
poniendo en valor, diciendo cómo la esencia de la Wad-al-Hayara islámica partió
de él y se expandió por la ciudad.
El
viajero que llega, por el camino clásico, desde Madrid, entra a la ciudad por
su gran plaza (hoy en obras desaforadas) de la Fábrica. Allí está la iglesia de
los Remedios, con su interior sembrado de recuerdos trentinos, y enfrente el
palacio del Infantado...
Seguimos
calle mayor arriba, y vemos Santiago, la antigua iglesia de las monjas claras.
O el palacio de don Antonio de Mendoza, joya del Renacimiento hispano. A
manderecha de la calle mayor, el palacio de Dávalos, hoy en proceso de
restauración. Y en la plaza, en esta que estamos, el viejo/nuevo Ayuntamiento
que cumple ahora su primer siglo de vida. Más arriba San Nicolás, con tantas
joyas dentro (el retablo barroco, la pila de Lupiana, el enterramiento de
Rodrigo de Campuzano...) y aún seguimos hasta San Ginés.
Pero
por el lado del barranco, por la antigua calle del Barrionuevo (residencia de
los judíos) nos encontramos con las Carmelitas de San José, otra obra
sorprendente, deliciosa, del arquitecto fraile Alberto de la Madre de Dios y su
inmenso cuadro de Vargas sobre la "Transverberación de Santa Teresa".
Más allá, la concatedral Santa María de la Fuente la Mayor, enclavada en el
solar donde estuviera la primitiva y mayor mezquita, con sus grandes puertas de
curvas sirias, y su torre de silueta también islámica. Enfrente, en la cuesta,
la siempre cerrada capilla de Luis de Lucena, ejemplo excelso del eclecticismo
en el siglo XVI, combinando arquitecturas puramente mudéjares con el esplendor pictórico
del Manierismo florentino.
Seguimos
aún más y nos encontramos con los restos de la primitiva puerta de Bejanque, y
allí, de frente, la mole de San Francisco, desde donde subiremos luego,
andando, hasta el gran Panteón de la Condesa de la Vega del Pozo, joya máxima
del arquitecto Velázquez Bosco.
4.
El rasgo turístico
Guadalajara...
a un paso. Tal es el mensaje, unido a un expresivo logotipo, que nos envió hace
unos meses el creador de la imagen de reclamo turístico premiada por el
Ayuntamiento.
De
Turismo en Guadalajara se lleva hablando mucho tiempo, pero nunca había
existido una voluntad, o mejor diría, una iniciativa clara, para darle cuerpo a
la idea de atraer viajeros, de convocar visitantes, de poblar de curiosos,
mirones y admiradores las calles y plazas de Guadalajara. La tarea, que debe
ser mixta entre la iniciativa pública y la privada, no se había puesto en
práctica por la abulia de la primera, proverbial, y por la indecisión y el
sentido subvencionista de la segunda.
Guadalajara
sigue teniendo problemas para el lanzamiento del turismo. Yo centraría en tres
aspectos esa barrera que está todavía impidiendo que la parcela turística de
nuestra ciudad sea ancha y dinámica, verdaderamente con latido y realista.
El
primero de esos problemas es la inexistencia de una imagen de ciudad turística
para Guadalajara. No tiene marca todavía. Quizás han primado otras imágenes
(incluso más oportunas y posibilistas) como la de un enclave bien situado para
la industria y el comercio en el corredor del Henares, o la Ciudad de los
Cuentos por su bien conseguido Festival callejero y palaciego de narraciones
orales. La imagen de "la ciudad del corto" que teníamos en los años
40 y 50 afortunadamente ha pasado. Pero hoy prima otra visión, la de ciudad
dormitorio, la de ciudad un poco más allá que los clásicos dormitorios del
cinturón de Madrid, y que supone un ámbito de relax, de ciudad cómoda,
agradable, amigable y con todo a mano. La imagen, repito, de ciudad turística,
la que merece hacer un viaje hasta ella para verla y disfrutar un día, o tres
días, con ella, esa no ha cuajado todavía.
El
segundo de estos problemas, es el de la no apertura de sus edificios
emblemáticos. Una y otra vez hemos expuesto, y lo han expuesto muchas otras
personas, periodistas, colectivos, que los edificios capitales del patrimonio
artístico de Guadalajara están cerrados o presentan grandes dificultades para
ser visitados y admirados.
El tercero de los problemas que encuentro, en este
análisis apresurado del necesario arranque del Turismo en Guadalajara, es el de
la escasez de ofertas complementarias para el visitante: Museos escasos,
precaria señalización de los monumentos, escasa iniciativa del comercio a la
hora de crear imágenes representativas, recuerdos, camisetas... un mundo de
posibilidades con el que nadie se ha enfrentado. Eso, por no hablar de la nula
presencia de nuestra ciudad en los circuitos de los grandes tour-operadores en
las visitas de un día en torno a Madrid. Desde aquí, desde “Marca Guadalajara”,
vamos a buscar entre todos una mejor identidad, y a dar los primeros pasos para
que Guadalajara, ciudad y provincia, se reconocida y reconocible.